La vida es una quimera. El sendero se termina, sin darnos cuenta. No hay despedidas. Lo dejamos todo. Lo que más amamos, queda atrás, con los recuerdos.
Cómo no recordar a RUPERTO POSADA. El hombre de buen vivir, que caminó por el mundo, dejando sonrisas de amistad.
Tuve el honor de ser su amigo y con él, aprendí a reír a carcajadas.
Ruperto era dueño de un humor blanco y contagioso. Amable, gran amigo y señor. Compartimos noches de pesca, en el río de la Magdalena y farras en pueblos del norte del Tolima.
Allá en Guaduas Cundinamarca, estuve con él, por última vez. Allí quedó mi amigo, acompañado de Aurita Velandia, su fiel esposa y de sus hijos, a quienes amaba tanto.
Un día, negro como las noches sin luna, amargo como el acíbar, triste como los atardeceres de invierno, mi amigo Ruperto sufrió un derrame cerebral y quedó en coma total.
Así permaneció durante doce años. Hace un mes, falleció. Emprendió definitivamente el viaje eterno. Qué pensaría mi amigo, durante esos doce años, si es que mi amigo Ruperto tenía la facultad de pensar?.
La ausencia y el silencio, son facultades que nos conducen a la tristeza, cuando un amigo se va sin decir adiós.
Las estrellas han perdido su fulgor y las flores de los jardines del mundo, se han tornado mustias, con la partida de mi amigo Ruperto Posada. Quiero llamarlo para decirle que regrese pronto, que se hace tarde. Quiero que volvamos a hablar, reír y escuchar esa música vieja de los Cuyos, del conjunto América, o los tangos de Gardel, que tanto le gustaban. Quiero que regrese al lado sus hijos y su abnegada esposa, Aurita Velandia, que lo cuidó con denuedo, durante esos largos años. Qué gran mujer. Qué gran esposa.
Amigo. Allá donde los días y las noches son eternas, llegarán mis plegarias, para que El Dios del universo, lo guie por los confines de la gloria. Descanse en paz Ruperto Posada.
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Estoy de acuerdo con todas estas personas, es un poema corto pero tiene en el mucho sentimiento que define perfectamente el amor eterno.
Cinco años de su triste partida. Y diecisiete años de sufrimiento para Ruperto y su familia. Te quedaste corto para describir semejante trauma mental, físico, espiritual, moral. Solamente quienes pasan por un trauma de tales dimensiones, o sobreviven difícilmente, pueden captar en toda su intensidad el drama de una apoplejía. Descansa en paz, Ruperto Posada.