El padre Gaspar Astete, autor del catecismo de la iglesia católica, hablaba de la razón y a qué edad los niños tenían uso de razón. A partir de los siete años de edad, los niños católicos, apostólicos y romanos, tenían uso de razón, pero digo que a los niños los bautizaban y confirmaban antes de cumplir la edad de la razón.
La razón en esta época moderna la usan los niños desde muy temprana edad. La usan los profesionales, empresarios, deportistas, amas de casa. Todos usamos la razón y la aplicamos a nuestras actividades. Para fundar una empresa, se debe aplicar la razón, si se busca el éxito.
Yo personalmente hice uso de la razón desde muy temprana edad, siendo un niño y la usé para visualizar el modus vivendi de mi pueblito natal, Casabianca en el norte del Tolima.
Un pequeño pueblo donde todos sus habitantes nos conocíamos, la amistad entre sus gentes era maravillosa. Un rincón de Colombia, católico por excelencia. A las seis de la tarde nos acercábamos a la iglesia a rezar el Santo Rosario y de paso en el atrio, a mirar las muchachas piadosas con sus rebosos adornando sus cabezas. Allí se iniciaban los amores y muchos de ellos terminaban en matrimonio. Un pueblo bueno, con gente buena. Los domingos nadie faltaba a la misa y qué decir del Rosario de aurora. A las cinco y media de la mañana, el sacerdote salía por las calles rezando el Santo Rosario. Mujeres y hombres, cantando el Ave María.
Casabianca un pueblo de clima frío, donde también calienta el sol y la luna se asoma coqueta para iluminar las calles maravillosas.
Digo que usé la razón, para guardar recuerdos imborrables de mi niñez y juventud.
El agua para el uso diario, la cargábamos en tarros de guadua, de los charcos o manantiales que había en el pueblo. Uno al final de la calle La Calzada, frente a la casa de don Emilio Castaño, otro más debajo de la casa de la señora Justa, en la Calle de la Punta habían dos charcos, uno en predios del señor Belisario Cifuentes y el otro en el solar de la casa del señor Justo Arenas. Estos charcos abastecían las necesidades de las familias del pueblo.
Algo que a mi edad me pareció insólito fue que no se utilizaban tapones para sellar los tarros de guadua, se remojaba un trapo del tamaño de un pañuelo y se cubría la boca del tarro y el agua no salía. Los tarros median uno y hasta dos metros de largo según la fuerza de quien lo cargaba.
Recuerdo que el municipio tenía un ariete instalado en la quebrada de Santa Rita, muy cerca al bañadero habitual de los jóvenes, el ariete bombeaba agua a un tanque de almacenamiento ubicado en uno de los altos de la Calle la Punta y de allí distribuía el líquido a las residencias de las familias más pudientes. No era un servicio constante. Este ariete lo manejaba el señor Tomasito Hurtado y cuando el municipio le demoraba el pago, el técnico dañaba el ariete.
En el pueblo no había luz eléctrica, la mayoría de nosotros, nunca habíamos visto alumbrar un bombillo.
Aparato de radio solamente uno en el pueblo, en casa del señor Francisco Mejía, a quien llamaban Pacho Blanco. Esto porque en el pueblo vivía otro Francisco Mejía a quien llamaban Pacho negro, ambos adinerados.
Para épocas pre electorales, yo acompañaba a mi abuelo a escuchar los discursos de los políticos conservadores, aspirantes a la presidencia. Laureano Gómez y Ospina Pérez.
Para el nueve de abril del año 1948, ya había otro radio en la tienda del señor Manuel Osorio. Allí escuché personalmente la noticia que habían matado al Dr. Jorge Eliecer Gaitán. Yo era un niño.
La razón me ha servido para dar fe de estos hechos.
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